_ ¿Qué le pasa a la niña? – Nos preguntó con mirada seria el pediatra de guardia. Eran las dos de la mañana y la niña se había pasado todo el día y parte de la noche llorando y justo al cruzar el umbral de la puerta del ambulatorio había dejado de llorar.
_ Es que lleva todo el día llorando, y no sabemos que le pasa. Estamos muy preocupados.
El pediatra se quedó mirando a la niña que en ese momento se metía tranquilamente el puño en la boca.
_ ¡Bueno! – dije yo – Le juro que ha dejado de llorar en cuanto hemos cruzado la puerta del ambulatorio.
El pediatra, pareciendo entender lo que yo le decía nos pidió que desnudáramos a la niña sobre la camilla y con toda la profesionalidad del mundo comenzó a auscultarla lentamente. Cada vez que cambiaba a la niña de posición nos miraba de reojo y nosotros, preocupados, le mirábamos fijamente con lágrimas en los ojos esperando un diagnóstico.
Tras practicarle algunas comprobaciones más, se quitó el estetoscopio de los oídos y nos pidió que visitéramos a la niña. Yo, con el corazón a punto de salirme por la boca y sin poder aguantar más le pregunté con voz temblorosa:
_ Díganos doctor, ¿Qué le sucede?
Las tres solemnes palabras que pronunció el entrañable doctor quedaron grabadas a fuego en mi cabeza:
_ Los niños lloran – Dijo tras aclararse brevemente la garganta.
A continuación nos dijo que la niña se encontraba perfectamente y que nos podíamos marchar a casa con toda tranquilidad. Así que un poco decepcionados iniciamos el camino de vuelta a casa, donde por supuesto, tras cruzar el portal, la niña comenzó a llorar de nuevo como si le estuvieran clavando astillas afiladas bajo las uñas de los pies.
Mi pequeña continuó llorando sin tregua durante sus tres primeros años de vida. En ocasiones, cuando ya no sabía que hacer, me ponía a llorar a su lado imitándola, para ver si era capaz de hacerle saber lo que yo sufría, pero lo único que parecía calmarla era zarandearla en brazos a la vez que subíamos y bajábamos una pequeña banqueta de plástico como si estuviésemos realizando una clase de step. Aquella danza tribal era agotadora y nuestra preocupación me hizo buscar ayuda en Internet, donde descubrí que tras diez años de investigaciones realizadas sobre miles de bebés de todo el mundo, se había descubierto y demostrado que todos los bebés comparten un mismo lenguaje.
El lenguaje secreto de los bebés
Todo empezó por la curiosidad de una madre por saber si los bebés tenían un código de llanto, y esta duda le llevó a hacer una exhaustiva investigación con la que llegó a la identificación de 5 sonidos concretos:
- “Neh” – Tengo hambre
- “Owh” – Tengo sueño
- “Eh” – Necesito eructar
- “Eairh” – Dame un masaje en la barriga porque tengo gases
- “Heh” – Estoy incómodo, quizá tengo calor o tengo el pañal sucio
El estudio prosigue analizando cada uno de los sonidos y describiendo cómo distinguir cada uno de ellos durante el llanto de nuestros bebés. Yo me estudié aquel texto de cabo a rabo y os aseguro que traté de interpretar durante casi un mes el llanto de mi hija, de hecho puse todo mi empeño en hacerlo, y por más que lo intenté no conseguí descifrar absolutamente nada.
Tipos de llantos
Hay varias razones que explican los distintos tipos de llanto del bebé: dolor, hambre, incomodidad, soledad, falta de estimulación, frustración y aunque no nos lo creamos, también el exceso de estimulación. Un bebé llora cuando está incómodo, cuando tiene el pañal sucio, tiene frío o calor, etc. A medida que esa incomodidad aumenta, los lloros son más insoportables. Durante mi etapa de padre primerizo conocí a un par de madres hipersensibles que eran capaces de distinguir rápidamente un llanto de otro, y hablando con ellas pude clasificar los siguientes tipos:
- El llanto de dolor. Este llanto el que surge tras un coco, golpe o dolor de barriga y generalmente produce unos lloros agudos y ensordecedores, ya que el bebé no sabe qué le pasa y no es capaz de diferenciar entre una molestia y un dolor físico, por eso se queja tratando de llamar la atención. Habitualmente, deja de llorar cuando se le acuna, y sólo continúa si el dolor persiste. Si llora continuamente, es posible que tenga cólicos.
- El llanto por hambre. Dicen que el llanto por hambre puede detectarse por el ritmo y el momento en que ocurre. Cuando el bebé tiene mucha hambre, el llanto es alto y continuado, y solo se detiene para respirar. Como he comentado antes, yo fui incapaz de distinguirlos.
- El llanto desconsolado, que se da cuando el bebé se siente abandonado. Durante los primeros meses, el bebé se une mucho a su madre y empieza a llorar cuando se separa de ella. Coger en brazos al bebé o acunarlo suele ser más que suficiente para calmar su desazón en estas situaciones.
- Llanto de cansancio y sueño. Si el bebé está agotado, los lloros son muy quejosos, y es posible que se frote los ojos o las orejas. Estos síntomas hacen que este lloro sea uno de los más fáciles de distinguir.
- El llanto de frustración.
Este tipo de lloro se produce cuando el bebé intenta desesperadamente hacer algo y no lo consigue. La frustración le hace montar un tremendo berrinche que en casos extremos, puede llegar a provocarle apneas y hasta que se ponga de color azul. Mi madre nos explicó que cuando esto sucede, hay que soplarle en la cara para que vuelva a respirar con normalidad. No sé muy bien el porqué pero ¡funciona!
Bendito chupete
Me sorprendió muchísimo descubrir que en inglés al chupete le llaman “the pacifier”, que quiere decir el pacificador, y aunque parezca el nombre de una película americana, hace referencia totalmente a su finalidad, que es la de calmar al bebé durante sus primeros meses de vida. El chupete puede funcionar a la perfección con algunos bebés calmándoles su necesidad continua de succión, pero no a todos les produce el mismo efecto, pues mi pequeña no quiso probar los chupetes ni por asomo, cosa que nos hizo sumirnos mucho más en la desesperación.
Hubo ocasiones en las que mi hija, teniendo todas sus necesidades satisfechas y el pañal limpio seguía llorando como una fiera. Yo desesperanzado le preguntaba a mi pareja:
_ Y ahora ¿por qué coño llora?
Ella, con cariño me acariciaba la espalda, me besaba en la mejilla y susurrándome al oído me recordaba: Cariño, los bebés… lloran.
Que desesperante puede ser! Cuando era más bebé, podía diferenciar cuando tenia hambre y cuando era otra cosa.. Ahora con 17 meses, casi todas las tardes se despierta llorando de la siesta y no se por que!! Los niños lloran ¿No?… jaja Ánimo! feliz semana.
¡Así es amiga!
Se hace desesperante, por ello, creo que es mejor no tratar de buscarle explicaciones. ¡Mucho ánimo y gracias por comentar! 😀