1 de Dic de 2004
‘Per qué plores filleta?’ Eso nos gustaría saber a tus padres. ¿Tanto te duele la barriga? ¿Tanta hambre tienes? ¿Tanto te ha disgustado el mundo al que te hemos traído? Mira que subíamos el volumen de la tele durante las noticias para que te fueras haciendo un poco a la idea durante el embarazo, pero parece que el ‘shock’ ha sido terrible. Jamás pensé que un ser tan diminuto y delicado podía gritar y convulsionarse tanto, ni Tina Turner en sus mejores tiempos tenía tu potencia pulmonar. ‘No plores filleta. El pare no vol que plores…’ Esa es la cancionciolla que se les oye a los papás últimamente. ¡¡¡No llores más, por favoooooor!!!
La otra noche tuvimos que llevar a Mar a urgencias. Lloró durante todo el día, durmiendo en pequeños intervalos de apenas 20 minutos. Cada vez que la cogemos en brazos arquea su pequeño cuerpo hacia atrás, como si algo le molestara continuamente. Yo veo que los demás niños se arrullan contra el pecho de sus padres y adoptan ergonómicas posturas, pero este no es nuestro caso. Con la única postura que nos parece que Mar se relaja es con la postura del “mirador” (también conocida como la postura del “balconcillo”), en la que la niña da la espalda totalmente al adulto y mira en la misma dirección en la que mira este. A veces nos da la sensación de que no le duele nada, que sencillamente, no quiere perderse detalle de lo que sucede a su alrededor y llora en cuanto tratamos de hacerla dormir o hacerle cerrar los ojos.
La cosa es que el otro día, cuando el reloj de la Iglesia tocaba las dos y cuarto de la madrugada, nos llevamos a Mar a urgencias, pues lloraba y se revolvía sin parar y pensamos que algo horrible sucedía en el interior de su cuerpo. (Yo llegué incluso a pensar que estaba poseída o algo así).
Por supuesto, cuando llegamos a urgencias, Mar dejó de llorar. Imaginad como nos miró la chica que estaba en la recepción cuando nos preguntó:
– ¿Qué le pasa a la niña?
– Es que no para de llorar…
– ¿Sois primerizos, no? – Nos preguntó con cara de mofa.
En ese momento sentí una vergüenza horrorosa y tuve la necesidad de salir de allí pitando y volver a casa con el rabo entre las piernas. Pero enseguida nos instó a sentarnos en la sala de espera hasta que nos llamara de nuevo y obedecimos sin rechistar.
Cuando nos hicieron pasar a la consulta, nos resultó curioso que el doctor que nos iba a atender fuera negro. Y más curioso fue cuando el doctor se dio la vuelta para preparar la camilla y Rut le susurró, con una sonrisa, a Mar al oído:
– ¡Mar, tu primer negro!
Yo no pude aguantar la risa y justo en ese momento el doctor nos preguntó de nuevo:
– A ver, ¿qué le pasa a la niña?
Aquí nos lo curramos un poco más para no volver a quedar como dos auténticos primerizos y le explicamos con detalle el día que llevábamos de lloros y gritos y que el hecho de que ahora estuviese tranquila y risueña era puramente anecdótico.
El Doctor nos miró con atención mientras le explicábamos y esperó con calma a que termináramos. Entonces cogió con mucha destreza a Mar, la tumbó en la camilla y la palpó con mucha suavidad en puntos clave: el estómago, las axilas, el cuello, las ingles… Al finalizar sus palpaciones, el doctor nos miró de reojo, creo que esperaba que nosotros mismos nos diéramos cuenta de que la niña estaba bien, pero al ver nuestros gestos de desesperación se sintió obligado a seguir con sus pruebas. Mar estaba totalmente relajada y sonriente. El Doctor sacó el estetoscopio, lo templó con su propio aliento y ascultó concienzudamente a la niña. Al terminar nos miró de nuevo sin decir una palabra. Yo no pude más y con lágrimas en los ojos pregunté asustado:
– ¿De qué se trata doctor?
A lo que el doctor, tras colgarse el estetoscopio del cuello y carraspear para afinarse la voz, pronunció las tres palabras más sabias que he escuchado en mi vida:
– Los niños lloran.
Estas palabras se quedaron grabadas en mi mente. En un principio quería reír pero ya de vuelta a casa, no sabía si reír o llorar. ¿Qué quiere decir esto? ¿Va a ser siempre así? ¿Esto no se va a acabar nunca? Por supuesto, nada más cruzar la puerta del portal, Mar arrancó de nuevo con su sinfonía de berridos desaforados.
La verdad es que tampoco podemos quejarnos demasiado, pues sondeando el mundillo de padres primerizos que nos rodea no somos, ni mucho menos, de los más perjudicados.
– La mía se despierta cada hora y no para de llorar.
– Pues al mío lo tengo que tener la noche entera en brazos, a veces me duermo de pie.
– Pues el mío no me come, no te imaginas el dilema que tenemos en cada comida…
Mar por las noches respeta (cruzo los dedos) un poco más al vecindario y se mantiene en su tónica de mamar cada tres horas y cuando duerme, hacerlo relativamente bien.
El otro día probamos un nuevo invento del Fabuloso Doctor SPENGLER (Como podéis ver ya lo he elevado a la categoría de Doctor). El tío Toni Marqués nos regaló (muy acertadamente) la “SPY SPENGLER CAM”. Un re-diseño del típico habla-escucha que se utilizaba para vigilar si tu hijo lloraba en la habitación de al lado pero con cámara de vídeo y visión nocturna. (¡Alucina vecina!)
– Mientras tu preparas la cena yo trato de dormir a la niña, en cuanto se duerma, la dejamos en la habitación vigilada con la SPENGLER CAM y así podemos cenar los dos tranquilitos ¿Te parece?
¡Cenar los dos a la vez! ¡Como en los viejos tiempos!, piensa papá para sus adentros. Papá acuesta a Mar en la cunita y se dipone a colocar el emisor SPENGLER de forma que enfoque con toda perfección a la víctima. Ayudado con un paquete de pañuelos de papel y varias intentonas fallidas consigue equilibrar el emisor enfocando a la cuna de Mar. ¡¡BIEN POR PAPÁ!! Colocamos el receptor en la mesa del comedor y empezamos con la tortilla.
– ¡Mírala! ¡Está tan bonica toda dormidita!
Cuando nos damos cuenta estamos los dos babeando sobre la tortilla (ya fría) y sin pegar bocado mirando a la niña.
– No oigo nada, ¿será que no funciona el volumen? ¡Voy a ver!
Papá se va a la otra habitación y en voz bajita:
– Probando, probando, ¿se me escucha?
Mamá gritando desde el comedor:
– ¡¡ALTO Y CLARO!! ¡¡CAMBIO!!
-¿Qué ha sido ese ruido? ¿Ha eructado?
– No, creo que ha sido el vecino.
– ¡Mira! se le ha caído el chupete…
Mamá se va a la habitación y papá comprueba orgulloso desde el comedor como mamá le coloca de nuevo el chupete a la nena.
– Voy a calentar las tortillas en el micro-ondas porque se han quedado heladas.
– ¡¡No!! ¡¡apaga el micro-ondas que hace interferencias y se pierden la imagen y el sonido!!
De modo que nos comemos las tortillas frías y no hablamos de otra cosa que no sea la niña.
¿Sucederá algo si dejamos por unos minutos de supervisar a la niña? En ocasiones pienso que si dejamos de mirarla por unos segundos ella misma puede estrangularse con su propia mantita o, no sé, hacer algo tan arriesgado como tragarse el chupete, o quizás meter la cabeza entre los barrotes de la cuna y… ¡Uff! no quiero pensar en esto voy a poner de nuevo la SPENGLER-CAM.
Algunas veces me pregunto porqué hago esto; me refiero a escribir un blog contando nuestras intimidades y vergüenzas. Al final, después de meditarlo largo y tendido, he pensando en algunos amigos como Virgilio, que tiene su diario en Internet desde Australia; mi hermano Tonyetti, que nos mantuvo en vilo durante su periplo en Milán; mi primo Hannes que nos mantiene al día con sus experiencias con los maoríes en Nueva Zelanda… Y después de todo esto he llegado a la conclusión de que somos personas felices, y que uno de los motivos que nos mueve a escribir y contar lo que nos sucede, es el de haceros partícipes, a las personas que nos importáis, de nuestra felicidad. Aunque también, por otro lado, pienso que existe un sentimiento de soledad dentro de todos los que hacemos estas cosas. Unos por la distancia, por estar en tierras desconocidas, lejos de la familia y los amigos y otros, como es mi caso, por estar adentrándome en un territorio totalmente desconocido para mí como es el de la paternidad. Casi ninguno de mis amigos ni mis hermanos es padre todavía, por ello me imagino que tengo la obligación de relatar y dejar por escrito todo lo que me sucede durante el camino por si, por una de esas, me flaquean las piernas y no consigo salir de esta con la salud necesaria para narrar de manera verbal las vicisitudes que me han asaltado durante esta gesta.
Exactamente esto me pasa ahora mismo.
Muchas gracias por todo
Por la hora de tu comentario puedo entender tu desesperación, amigo.
¡Mucho ánimo que todo pasa! 🙂
«Por qué…»
jajaja menudas risas, sois tremendos!! Y lo más gracioso es que a todo el mundo le pasa lo mismo con los peques 😉
Me alegra saber que no soy el único, Laura! ;D
¡Un placer tenerte por aquí!
vaya descojono nos hemos pegado a tu cuenta!!! como papas primerizos nos sentimos identificados, aunque nosotros somos mas de Nuk que de Espengler, lastima que en Godella no lo vendan…
Nuestro nene sigue dando guerra, pero ni mucho menos como al principio, esta hecho un chicot.
por cierto tiene ganas de conocer a mar, asi que cuando vengais por aqui avisadle para que queden a tomar una cerveza.
besitos a los papas de Luis-Amparo y Alex
Más vale tortilla fría que ninguna, además podrás contar orgulloso a tu hija las penalidades que habéis pasado para que llegara a mayor… 😉
Saludos de Lib a los papas.