Cuando vives en una ciudad donde casi siempre hace buen tiempo te vuelves flojo, y permitidme que explique esto. Vivo en Castellón, en la costa del Mediterráneo. Y os puedo decir que aquí no sabemos lo que es el frío. La temperatura más baja que recuerdo durante un día de invierno puede que fuera de cinco o seis grados y las lluvias son bastante poco frecuentes. En esta zona un aviso de mal tiempo en la tele nos pone nerviosos y nos hace cancelar planes. Parece que le tengamos miedo a la lluvia y el frío, pero en realidad creo que somos inconformistas por naturaleza. Si hace un día gris o llueve nos quejamos del mal tiempo que hace, pero si sale el sol nos pasamos el día despotricando del calor.
Cuando tienes un bebé el clima te afecta de sobremanera ¿Tendrá frío? ¿Tendrá calor?¿Lloverá? Las dudas nos asaltan y en la mayoría de ocasiones terminamos abrigando a los niños como si nos fuésemos a la Antártida.
El dichoso bodie
El body es esa prenda que parece una camiseta interior para bebés y que se abotona bajo la entrepierna. Su misión es impedir que se le suba la camiseta al bebé cada vez que alguien lo coge en brazos y se le queden al descubierto la espalda o la barriga. Mi suegra y mi madre son dos auténticas fanáticas de esta prenda. ¡No podían soportar ver a la niña sin body! En un mismo día me echaron la bronca las dos por haber sacado de casa a la niña sin body. ¡Pero si estábamos a mediados de Junio! Nuestra pediatra nos dijo que no nos excediéramos abrigando al bebé. Nos dijo que a los bebés los debemos vestir tal y como nos vestiríamos a nosotros mismos. ¿Tú tienes calor? Pues quítale ropa ¿Tienes frío? Pues ponle una mantita. ¡Así de fácil! Eso sí, recuerda que si le vas a poner bodie debe ir por encima del pañal y por debajo del resto de la ropa. La ropa no funciona como las matemáticas ya que si alteras el orden de los factores, te criticarán sin piedad por mucho que les expliques que el producto es el mismo.
Planes con niños en días de lluvia
PLAN nº1: El centro comercial
Dos de mis primos hermanos viven desde hace años en Suecia, y me cuentan que allí se puede pasar fácilmente cuatro o cinco semanas seguidas sin parar de llover con viento y frío, y a pesar de todo, los padres siguen llevando a sus hijos al parque a diario. Es el clima que les ha tocado y han tenido que acostumbrarse. Sin embargo, cuando caen cuatro gotas en nuestra ciudad, todo el mundo echa a correr como si se tratara de un terremoto o como si cayeran gotas de ácido sulfúrico del cielo. Nos da por abortar de inmediato cualquier salida programada y nos encerramos en nuestras casas en espera de que amaine la tormenta.
La opción de pasarnos todo un fin de semana sin salir de casa se nos presenta angustiosa, y no nos sentimos preparados para ir al parque de los columpios bajo la lluvia. La única opción que nos queda a los padres con espíritu aventurero es llevarnos a los niños a “dar una vuelta” por el centro comercial.
Los centros comerciales se han convertido en una meca para los padres primerizos, los días de lluvia te puedes encontrar a gran cantidad de ellos dando vueltas sin rumbo fijo empujando sus carritos o llevando de la mano a sus crías. Cada vez más, estos centros son conscientes de la labor humanitaria que están llevando a cabo, pues han detectado que los padres primerizos son usuarios que apenas consumen y se pasan largos ratos deambulando por las instalaciones con cara de agotamiento. Por ello, si os fijáis, existen cada vez, atracciones pensadas para nosotros y nuestros churumbeles: Camas elásticas, cochecitos eléctricos e incluso sillones de masaje.
PLAN nº2: Parques de bolas y castillos hinchables
Sin duda, lo que más me llama la atención es la proliferación de los ya habituales “parques de bolas”, esos paraísos para los más pequeños y en ocasiones, reposo para los padres.
¿Qué hacían con nosotros nuestros padres sin los parques de bolas o los castillos hinchables? Todavía recuerdo con añoranza los columpios de los parques a los que mis padres me llevaban cuando yo era niño. Estaban fabricados, en su mayoría, con tubos de hierro soldado y pintado con vivos colores formando magníficas estructuras con forma de Torre, puente o bola. Los límites para jugar con estas estructuras los ponía tu imaginación. Caer desde lo alto de una de estas estructuras era lo de menos, y el óxido, el barro y las piedras estaban a la orden del día. Los niños desarrollábamos cuerpo y mente por igual. Recuerdo los castillos hinchables únicamente en ferias o parques de atracciones pero creo que nunca conseguí subirme en uno.
Hoy en día, sin embargo, muchos negocios de restauración, han encontrado en los padres con niños pequeños un nuevo público objetivo dispuesto a dejarse el dinero muy a gusto a cambio de que destinen una parte del local a la instalación de uno de estos artefactos. Los padres pueden sentarse tranquilamente a charlar y tomar tranquilos una cerveza mientras los pequeños saltan sin descanso como si les fuese la vida en ello. Lo malo desde mi punto de vista que tienen estos castillos, es que solo se fomenta el desfogue físico, pues una vez dentro, los niños se ponen a saltar sin control y parecen incapaces de jugar a algo que no termine en chichones y peleas.
Si puedo elegir, prefiero los parques de bolas, pues de alguna manera, me recuerdan en algo a las estructuras de los parques de antaño. En este caso se han sustituido el hierro, el óxido y las piedras por suaves superficies acolchadas de colores y el barro por miles de pelotas de pvc de colores. En estas estructuras los niños pueden escalar, tirarse por toboganes, arrastrarse e incluso bucear en un mar de pelotas de colores.
Un día, estuve charlando con la dueña de uno de estos parques y me explicó lo costoso que es el mantenimiento de este tipo de instalaciones, pues tienen la tienen que vaciar periódicamente y desinfectar tanto la estructura como cada una de las bolas. También me enseñó la enorme caja llena con objetos que aparecen en el fondo del parque cada vez que lo vacían: calcetines, coleteros, jerséis… Me dijo que una vez tuvieron que vaciarlo todo porque no encontraban a un niño, y según dice ¡apareció dormido en el fondo de la piscina!
Se está poniendo muy de moda celebrar los cumpleaños de los niños en los llamados parques de bolas, pues suponen una alternativa a llenar nuestra casa de niños gritones y en muchas ocasiones maleducados. Así los padres que se lo pueden permitir, acuerdan una merienda para los niños y algo de picar para los padres, de esta manera, se gastan dinero a cambio de que su casa termine el día como si la hubiera atravesado un tornado. Con el fin de abaratar el coste de cada cumpleaños, hacer que todos los niños de la clase celebren su cumpleaños y que nadie se sienta excluído, los grupos de padres de los colegios han puesto en marcha el “cumpleaños trimestral”. Esta celebración consiste en agrupar todos los cumpleaños de la clase que coinciden en un mismo trimestre en una única fiesta. De esta manera los padres organizan de manera equitativa y económica la celebración de los cumpleaños de todos los niños de la clase. Ningún niño se queda sin fiesta y todos los niños son invitados a las fiestas de los demás. Parece utópico, pero… ¡funciona!
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