Artículo publicado en originalmente en el Blog de Novalac.
Yo pensaba, al principio, que ser padre y educar a tus hijos consistía en un constante flujo unidireccional de lecciones y sabios consejos sobre la vida, para los que por supuesto, yo no estaba preparado. Sin embargo, una vez pasados los primeros años de paternidad, y echando la vista atrás, he de reconocer que me encontraba totalmente equivocado. Los niños, y las situaciones que se generan a su alrededor, no han hecho más que enseñarme y abrir mi mente a nuevas experiencias, emociones y enseñanzas, que algunas de ellas os detallo a continuación:
1. Es importante dejar de ser primerizo. La gestión del primer hijo se hace un mundo entero, y hace que todos los miembros de la familia estén pendientes de cada una de sus necesidades y movimientos. Le compras absolutamente todo y no dejas de vigilar y fotografiar cada uno de sus avances ¡Cuidarlo parece una tarea de Titanes! En cuanto tienes otro hijo, comprendes que has pagado la novatada de ser padre primerizo, y que la mayoría de cosas que hacías y te preocupaban no tenían tanta importancia como tú le dabas.
2. Dormir está sobrevalorado. ¿Creías que serías incapaz de ir a trabajar sin haber pegado ojo la noche anterior? Pues sí, no sólo eres capaz de hacer esto, sino que, además, luego eres capaz de querer con locura, besar y mimar a la personita responsable de haber pasado toda la noche en vela.
3. Los niños son un pozo de sabiduría, escúchalos. Su mente limpia y falta de prejuicios les hace ver la realidad de una manera diferente a la nuestra. Muchas veces, escuchando sus razonamientos, llegarás a la conclusión de que los adultos, le damos, en la mayoría de ocasiones, demasiadas vueltas a las cosas y terminamos complicándolo todo sin motivo. No intentes enseñarles siempre. ¡Escúchalos!
4. Eres muchísimo más fuerte de lo que te piensas. Antes de ser padre, piensas que hay cosas que jamás soportarías o que serías incapaz de llegar a hacer nunca. Pero cuando te conviertes en padre, descubres que, por tus hijos, eres capaz de todo: desde pasar agotadoras temporadas de hospital, de asistir con tu cámara a interminables fiestas y actuaciones del colegio e incluso, hasta hacer de taxista sin recibir absolutamente nada a cambio.
5. El amor no se divide, se multiplica. Cuando cogía en brazos a mi primera hija pensaba que jamás podría querer tanto a otro ser, de una manera tan sincera y desinteresada como la quería a ella. Pero no es así. Con la llegada de mi segundo hijo descubrí que el amor no se divide, sino que se multiplica. Según parece somos capaces de querer sin medida. Por ello, cada vez que alguien me pregunta, sobre los secretos que me ha descubierto la paternidad, yo les respondo:
«Entre otras cosas, por fin he descubierto el sentido del término infinito«.
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