26 de Sept de 2005
Reconozco que el momento no fue todo lo maravilloso que yo imaginaba, es más, se puede decir que hasta me lo esperaba. Sí, creo que esperaba que la primera palabra de mi hija fuera “papá”.
Yo me lo imaginaba todo como un poco más romántico, imaginaba que una mañana, Mar se acercaría a mi cama, me besaría en la frente y con lagrimas en los ojos me diría: “papá eres el más guay”. Pero no fue así, fue todo lo contrario, las dos veces que se lo he oído decir a mi hija, ella ni siquiera me miraba a los ojos, creo que hasta apartaba la vista de mí para quitarle importancia y romanticismo al asunto.
Para que las primeras palabras de tu hija sean legítimas, no vale simplemente argumentar que le has oído decir “mamá” o que ha dicho “abuelito” o que ha dicho “tío Alfredo”, ya que los oídos distorsionados por el sueño de un padre o una madre primerizos, malinterpretan cualquier sonido gutural proveniente del estómago de la criatura levantando leyendas infumables de esas del estilo: “Pues mi Manolín, ahí donde lo ves, empezó a hablar a los seis meses”…
Para poder levantar acta de un hecho así, sin que quede lugar a dudas deben darse necesariamente las siguientes circunstancias:
- Es fundamental la presencia de un testigo totalmente imparcial. Es decir: Si es el padre de la criatura el que presencia el fenómeno no valdrían como testigos los abuelitos paternos, ni los tíos paternos (es decir los/las hermanos/nas del padre) y mucho menos la madre.
- La criatura a examinar debe repetir con voz clara y firme la palabra solicitada. Es decir: Si queremos demostrar que la criatura ya dice “teta”, no valdrá que la niña diga: “tetetetetatatatatatetateta” ni “tetateta” ni nada por el estilo, sólo será válido el caso en que el examinado responda: “TETA”, y al terminar guarde silencio dando a entender que ya ha respondido a lo que se le preguntaba. (De hecho si la criatura señala con el dedo la glándula mamaria de alguna moza pasa automáticamente a recibir el galardón de “Criatura Spengler del año”).
Por lo tanto, una vez sentadas las bases, y dejando bien claro que estas premisas han sido cumplidas con rectitud militar me veo en poder de gritar a los cuatro vientos:
¡¡¡MI HIJA HA DICHO PAPÁ!!!
Además los testigos presenciales de los que dispongo son de la mejor categoría:
La primera vez lo presenció mi suegra y la segunda las amigas de mi mujer de la Farmacia.
¡Toma!¡Toma! y ¡Toma! ¡Tres puntos para papá!
De estos aislados sucesos hace ya hace casi un mes y Mar no ha vuelto a repetir su proeza. A veces, en el silencio de la noche, todavía me despierto envuelto en sudor, creyendo haber oído a mi hija gritar mi nombre, reclamando mi tranquilizadora presencia desde su cuna. Dejo pasar unos segundos, y… ¡no! nada se escucha, sólo el latido de mi acelerado corazón. Entonces, en esos angustiosos momentos, es cuando una mano amiga, desde el otro lado de la cama, me acaricia la espalda y con un leve susurro me sosiega diciendo:
“Tranquilo, papi-chulo, vuélvete a domir, que tú eres el más guay”
Muy Bueno!!!!!! Jajaj un abrazo
PacodeALmeria said…
Voy a tener un hijo ahora mismo, me he leído tu blog de una sentada…y tengo las lágrimas a flor de piel…esta noche misma me pongo a intentarlo…
Xe, ya voras el flipe cuando Mar sin duda alguna diga; «¿dónde está el tio Xans?». Según Chomsky nacemos con un ´sistema´ linguistico, listo para ser activado por su entorno. Sin duda alguna será una caña ver como toma dominio de su vida desarrollando el lenguaje. ¡A disfrutar («te quiero papá»)/sufrir (¡quiero una barbie esplenger! ¡Quiero! ¡Ya!) primo !!!