Dicen que después de un momento de bajón como padre primerizo, no hay nada mejor para volver a levantarse con fuerza que tocar fondo, y que no somos capaces de ver lo bien que en realidad estamos hasta que no pasamos por una mala racha en nuestra vida. Sería fabuloso no tener que aprender siempre a base de tortazos, pero sin duda es la mejor forma de aprender, las cicatrices de guerra y las ojeras son las que nos aportan experiencia en la mirada y hacen que poco a poco, vayamos perdiendo la cara de padres primerizos con la que empezamos nuestra aventura.
En la mayoría de los casos, la vida nos ofrece una bola extra, una segunda oportunidad para empezar de nuevo haciendo las cosas de otra manera.
Aprender a respirar, a relajarnos y disfrutar del presente va a ser fundamental para seguir adelante y poder satisfacer las necesidades del bebé. Por ello deja ya de tratar de ser el padre perfecto que aparece en las revistas de bebés, pues ese tipo de padres impolutos no existen. Los mejores padres a veces se equivocan, los padres más autosuficientes, en ocasiones necesitan pedir ayuda y los padres más pacientes del mundo, en algunas situaciones necesitan soltar un taco y gritar a los cuatro vientos: ¿Y qué pasa con mis necesidades? ¿Alguien se ha parado a pensar qué es lo que necesita papá?
0 comentarios