El día que nace tu bebé, en el hospital, te hacen entrega de un librito en cuya portada reza: “El libro de la salud del bebé”. Tú para tus adentros piensas: ¡Mira, el manual de instrucciones! y aunque disponga de una pequeña sección con consejos sobre la salud del bebé, no se trata de ningún manual, podríamos decir que se parece más a la cartilla de la ITV de tu bebé, en la que habrán registrado en el hospital, la fecha y la hora del parto junto a cualquier otra incidencia que haya podido ocurrir durante el mismo.
Este libro, también conocido como el “carnet de vacunas”, será el que utilizarán los pediatras durante el resto de la infancia de tu hijo para hacer el seguimiento del estado de su salud y vacunaciones.
El angustioso percentil
Uno de los apartados que más nos angustia a los padres y es motivo de conversación, es en el que aparecen las gráficas de somatometría, que es la parte de la medicina que trata de la medición del cuerpo teniendo en cuenta las medidas corporales: longitud, peso y perímetros. Gracias a estas gráficas, los pediatras pueden evaluar si el crecimiento del bebé está siguiendo una evolución correcta dentro de los percentiles establecidos como normales.
No es raro escuchar a otro padre alardear en tono arrogante:
– Es que mi hijo es alto como su padre, está muy por encima del percentil…
– Pues… pues la mía...
Al escuchar este tipo de comentarios me obsesionaba con las gráficas de mi hija, pues no eran destacables exactamente por la altura aunque también estuviera por encima del percentil, mi hija destacaba por encima de la media debido a su peso. Y esto no me parecía motivo de fanfarroneo.
No sabemos el motivo, pero nuestra hija, comiendo de manera normal y siguiendo los patrones alimenticios marcados por nuestra pediatra al pie de la letra, estaba rolliza y molluda como un perrito shar pei.
Esto nos agobiaba y preocupaba en sobremanera, sobre todo a partir del día en que la pediatra tuvo que anotar el percentil fuera de la tabla porque se salía totalmente de la gráfica. Llegamos a preguntarle si veía conveniente poner a régimen a la niña, y la doctora, quitándole hierro al asunto nos tranquilizó diciendo con una sonrisa que los bebés sanos solían estar gorditos y sonrosados, y que cada uno se desarrollaba de manera diferente.
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Terror a las agujas
Así como no me gustan los hospitales, tampoco me han gustado nunca las agujas. Las inyecciones y las vacunas me han causado terror desde bien pequeño, posiblemente desde una temporada en la que me tuvieron que pinchar penicilina por culpa de mis constantes amigdalitis. Esto me hizo coger una terrible aversión hacia las batas blancas y la traumática experiencia de bajarme los pantalones y poner el “culo en pompa”. Aún recuerdo las palabras de la enfermera hablando con mis padres:
– La penicilina se cristaliza muy rápido y es de las inyecciones que más duele ¡pobrecito!...
Con todo su cariño y para que no pensara en la inyección, la enfermera me decía que tratara de notar el sabor de la inyección, ¡decía que me la estaba poniendo de chocolate! ¿de chocolate? el dolor era insoportable, así que le pedí amablemente que se metiese el saborcito por donde le cupiese y tratara de terminar lo antes posible.
La prueba del talón
El día que le realizaron la “prueba del talón” a mi pequeña, volvieron a reavivarse todos mis temores infantiles hacia las agujas. El nombre real de esta prueba es el de “prueba de metabolopatías” y con ella se pretende descartar cierto tipo de enfermedades que no se pueden detectar por exploración física.
Según dicen, se realiza en el talón por resultar esta zona menos agresiva para el bebé, pero viendo como se puso a llorar mi hija y como estrujaban las enfermeras su piececito, tuve la sensación de que se trataba de alguna forma macabra de tortura.
Debí de ponerme muy nervioso, porque las enfermeras nos hicieron salir con mucha amabilidad a mi y a mi pareja de la sala en la que nos encontrábamos y nos dejaron escuchando los gritos de mi hija desde la sala de espera.
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Calendario de vacunas
Durante el siglo XX la vacunación ha sido una de las medidas que mayor impacto ha tenido en la salud pública, ya que con su administración se han conseguido disminuir de manera radical las principales enfermedades que causaban la muerte en niños y bebés.
Por ello todo los años el Ministerio de sanidad propone un calendario de vacunaciones que los pediatras se encargan de anotar o adjuntar a nuestro carnet de vacunas.
– ¡Ha llegado la hora cariño! Mañana os toca ir a que le pongan la segunda dosis de Prevenar.
El Prevenar es una vacuna que previene de los virus causantes de enfermedades como la meningitis, neumonía y la otitis media entre otras, así que tras la prueba del talón mi pareja decidió que era incapaz de ver como sufría nuestra hija y que yo estaba más preparado para este tipo de tareas. Por lo visto su estrategia consistía en hacer recaer sobre mí todo lo que supusiera hacer llorar a la niña: Curar heridas, poner inyecciones, utilizar el sacamocos…
Así que cuando el calendario de vacunaciones lo indicaba, me tocaba coger a la niña y llevármela muy a mi pesar como a un cerdo camino del matadero. Nada más ver aparecer a alguien con bata blanca mi hija ya se ponía a llorar. Y yo, por supuesto, entendía perfectamente los motivos. La niña me miraba con ojos de desesperación, y yo, mirando en otra dirección, y sin soltarla de mis brazos, me consolaba pensando que hacía todo aquello por su bien.
Nuestro drama se repitió durante todo la infancia de mi hija y cada vez que la enfermera le clavaba una aguja en el muslo y yo giraba la cabeza para no mirar, me imaginaba la que sería la futura voz de mi hija que me preguntaba: Judas, ¿porque me has traicionado?
Extracto del libro: “Guía urgente para el padre primerizo”.
Editorial Larousse. Texto y dibujos originales de Rafa Esteve. Todos los derechos reservados.
- 197 páginas y 32 ilustraciones.
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